Santo Fuzz es una banda oriunda de Guanajuato con un buen trabajo en su trayectoria. En septiembre de 2020, la banda se conforma como un proyecto de "one man band"; Agus, la mente que inició este amasijo de sonidos tenebrosos y pesados, lanzó un Lp en 2020, titulado Auras, un Ep, titulado Calaveritas, en 2021 lanza el sencillo Triduo santo: los siete ojos, y por último, en noviembre del mismo año, Quanaxhuato. Hoy día, está conformado por Agus en la guitarra y voz, Damián en la batería y Gabriel en bajo y guitarra líder. Es común, ya lo he comentado en reseñas anteriores, que el doom vaya de la mano con la literatura, el cine y el folclore de terror, desde Black Sabbath (el más obvio y más importante de las referencias del stoner, stoner/doom y doom metal) hasta nuestros días con bandas mexicanas como Cactus Rojo, Patas de Khabra, Satánico Pandemonium, entre otras, clásicas e internacionales o bandas más recientes al rededor del mundo que echan mano de esta parte de la cultura como base para la inspiración en letra y melodía; las brujas, los magos, demonios, entes de la literatura de Lovecraft, Stephen King, narraciones de Poe, los clásicos del cine de terror (principalmente de espíritus, peor no limitado a eso) de todos los tiempos pueblan las canciones de las bandas del género.
Santo Fuzz tiene la misma raíz del terror, baste escuchar la melodía sola de sus composiciones para saber que provocar miedo e inquietud es uno de sus principales objetivos; sin embargo, la banda tiene otra raíz en la lírica de sus composiciones: el folclore mexicano, y en concreto, en el disco que nos ocupa aquí, de Guanajuato. Así, este ahora power trío nos ofrece un disco lleno de leyendas y mitos locales musicalizados de forma que nuestros sentidos se perturban en cada canción, en cada compás. Quanaxhuato consta de once tracks, en la que han tenido la colaboración de José Luis Morales, de Inmodiumm en algunos solos de guitarra, Gabriel Arreola Saucedo y Maya en órganos y sintetizadores. Me tocó escuchar una parte de la presentación en línea de este último trabajo de Santo Fuzz, y aunque la conducción del programa dejó mucho que desear, Agus contó mucho sobre la composición del disco y presentó cada canción, primera vez que las escuchaba y no me quedó duda de la calidad de su proyecto.
Con sonidos estridentes y disonantes, el disco comienza con La bufa, una leyenda guanajuatense que nos narra de forma lírica Agus, mientras la guitarra disuena en el verso y tiene un feel más pesado en el coro de la canción; un sonido espectral de la guitarra, junto a la voz con delay y la batería lenta y pesada le dan ese toque espectral adecuado al tema de la canción. En El usurero del Baratillo comienza la canción con una guitarra principal haciendo el riff de la canción mientras una segunda guitarra lo repite por agudo, dando una sensación de caos e incomodidad, de peligro inminente. Sin duda un riff peculiar, pues es bastante inquietante en cuanto a su construcción, digno de esas escenas vertiginosas y extrañas de películas de terror. Además de guitarras, bajo, batería y voz, se acompaña con un teclado/sintetizador que ayuda mucho a darle mayor énfasis al ambiente inquietante y enrarecido de la rola.
Continúa el disco una canción basada en una de las leyendas más famosas de Guanajuato: El callejón del beso; el track comienza con bajo y batería dando un beat tranquilo, reposado, y armonizado por un sintetizador. La voz, sosegada y con delay, es acompañada con guitarra (el teclado sólo aparece en las partes melódicas). Después del segundo verso, la guitarra entra con fuzz a darle punch a la canción y se acompaña de un solo de guitarra con delay y distorsión. A modo de final, se incluye un sintetizador y un órgano que dan dramatismo al final de la narración, poco a poco, esta melodía va tomando forma, es una versión lóbrega y fantasmagórica de Bésame mucho. El disco comienza con Carcamanes, una leyenda de traición, fratricidio y crimen de pasión, con una guitarra que, aunque inquietante, no echa mano tanto de la disonancia como las primeras dos canciones del disco. A esta altura, me es imposible relacionarlo con Mar otra vez, una de las primeras agrupaciones de Javier Corcobado, con Tormenta de tormentos, producción en solitario del mencionado cantante y el segundo álbum 713avo amor, Horrores varios de la estupidez actual; una música que si bien no tiene la intención de causar terror, si utilizan algunos recursos para causar inquietud y desasosiego; también, añado, tanto Corcobado como 713avo amor tienen canciones en las que nos narran alguna historia (La ladrada del afilador, de Corcobado, y Nos cambiaron por pistolas, de 713avo amor) en las que la música y la voz juegan un papel importante para transmitirnos desesperación y odio. Santo Fuzz tiene la misma fineza de vincular la incomodidad y la ofuscación de sus melodías junto a las temáticas que cada rola tiene.
La siguiente canción, La procesión subterránea, esa sensación espectral e inquietante vuelve, pero en esta ocasión con un doom un poco más mesurado, convencional: un riff fuerte, pesado y tétrico, junto a una batería lentísima, que marca con precisión cada compás con crudeza. Una leyenda de espíritus, una procesión marchando al ritmo del doom y una voz que canta como parte de los rezos musitados desde el más allá por esos monjes, son parte esencial de la canción que logra un sumergirnos en esta leyenda, nuevamente, musical y líricamente. El sexto track del disco se titula El truco, en la que vuelven las guitarras con tono clásico y espectral, con un riff bastante más movido que el de la anterior canción, la voz suena más procesada, más espectral que en las rolas previas, la batería suena un tanto más enérgica; todo ello, combinado, nos da una canción más vertiginosa pero no menos inquietante que las anteriores, incluso, para mi gusto, esta las supera en crear un ambiente más tenebroso. Quanaxhuato, track que le da título al disco, es una canción instrumental que evoca un Guanajuato tradicional, folclórico y lleno de historia, gracias a la melodía del órgano que se toca en casi toda la canción, a esto se añaden sonidos de fondo: risotadas salvajes, voces, campanadas, sonidos de pasos, otras voces y susurros más siniestros, dándonos a entender ese lado oscuro de la historia, de las leyendas y toda la cultura que rodea al estado.
El Cristo de Mellado, siguiente track, comienza con el repiqueteo de las campanas, seguido de la guitarra con un sonido pastoso de fuzz que rellena ese inicio de forma agresiva. Poco a poco, se une bajo y batería a la melodía para impregnar ese tempo lento y opresivo que en otras canciones aparece; la voz, aparte del característico delay, es más grave, repitiendo "Cristo" a modo de letanía (oscura, insistente y penetrante). Es la única canción que en lugar de narrarnos una leyenda, nos sumerge en una especie de misa negra, tanto la melodía perturbadora como la letanía que se vuelve la repetición de la palabra "Cristo", nos deja la impresión de un culto oscuro en el que estamos justo en medio de su ritual. La siguiente canción, Callejoneada, es totalmente melódica, compuesta por una batería con reverb, sintetizador y una lejana guitarra, que asemeja más un interludio en el disco, pues aunque no rompe totalmente con el feel de todo el disco, si desconcierta un poco su inclusión. El disco continúa con una canción de nuevo instrumental, titulada Cantarranas, en la que toda la canción se guía con el mismo riff en guitarra y mismo ritmo en bajo y batería, sólo van variando la inclusión de una segunda guitarra haciendo arreglos y solos y un teclado casi al final; la canción cierra con un sonido de ranas e insectos, y quizá sea ese el concepto de la canción: el sonido hipnótico de la noche, sobre todo en lugares descampados, donde hay animales e insectos que sirven de fondo monótono ante una casi total oscuridad, tornando la la sensación de inquietud más inminente.
El disco cierra con Los músicos que tocaron en el infierno, una canción con un riff potente, bien clavado en el stoner/doom y de fondo un lamento o algo que le parece, al menos en el inicio de la rola. El riff cambia en el momento que entra la voz, por arreglos de guitarra sostenidos en el compás de la canción, después del primer verso, la guitarra hace más arreglos espectrales que le dan un aura tétrica a la canción: no sólo se trata de riffs lentos y pastosos propios del stoner/doom, también le da ese aire terrorífico adecuado a la leyenda que nos narra en la canción Agus. Sin duda, es un disco que vale mucho la pena de inicio a fin, a título propio, Carcamanes y Procesión Subterránea son mis rolas favoritas, sin desestimar el resto, que en conjunto nos dejan claro el objetivo de la banda: recuperar leyendas del folclore local y componer música tenebrosa a partir de ello. En poco tiempo han logrado sacar música de bastante calidad diseminada en varias publicaciones (dos Lp, un Ep y un sencillo), que comprueban las ganas de hacer música y la inventiva de Agus para crear miedo e inquietud a partir de sus melodías y sus narraciones basadas en leyendas.
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-Mack
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