Durante la pandemia tres locos se juntaron a hacer música sobre lo problemático y pesado que resultan las restricciones de esos fatídicos años para crear algo catárquico y, así, explotar todos esos demonios que nos atormentaron y aún se sienten sus secuelas, pues el odio, la rabia, la depresión, la ansiedad no es algo que se vaya tan a la ligera. Entonces, Lu Salinas (Qbo) en bajo y voz, Tarro Martínez (Qbo) en los tambores y platillos y Pablo Anton (Fellowcraft) en guitarra y voz, formaron Demons my friends, una propuesta que cuaja en su disco Demons seem to gather, en la cual, ellos mismos comentan, es una mezcla de ritmos, sonidos, armonías que van del doom, el heavy blues, el stoner rock, el grunge, el hard rock, la psicodelia, además, mencionando primordialmente como sus influencias Monolord, Soundgarden y Baroness, a lo que hay que añadir a la mezcla su propio estilo, se obtiene como resultado un disco bastante peculiar y una propuesta bastante atrevida.
A grandes rasgos, el disco tiene un sonido que nos recuerda a la música pesada de finales de los 90 e inicio de los dosmiles: guitarras duras, riffs que dan una sensación de "luz lejana al final del túnel", un bajo con mucho crunch y punch, una voz muy apegada al grunge, y obviamente la predominancia de los ritmos lentos, por momentos atascados y lodosos, por otros, sólo es sentir un aplastante que va dificultado cada paso. The tower falls es la primera canción del álbum, y el riff es, como dije, algo como una lejana esperanza lejana: comienza con toda la gravidez y culmina con notas más agudas, como si al final hubiera algo que nos hiciera mover hacia ese lugar; la batería es tranquila, casi básica en los versos, pero cumplidora y demoledora cuando debe de serlo, mientras el bajo, con un toque de fuzz y profundo como debe de ser, envuelve y golpea los oídos, y la voz no se queda atrás, por momentos pareciere que contiene la furia, suena áspera y tiene un toque de reverberación (si no me falla el oído), que me recuerda un poco al estilo de los canadienses Bort. Alta entrada, y aunque la banda ya sacó previamente algunos sencillo, y uno previo al lanzamiento de este álbum, nos muestran desde un inicio lo que podemos encontrar en la travesía de cada canción. Bring the night nos recibe con un slide de bajo chulísimo, para dar paso a un riff bien desértico, con un toque de agresividad obtenido de la afinación baja y el constante golpeteo al platillo. Al llegar el verso, el riff es con palm mute, bajito, la batería suena más tranquila, de a poco vuelve a recuperar fuerza, sin embargo, me da la sensación de alguna rola pesada de los dosmiles, quizá influenciados por sus experiencias en sus respectivas bandas de origen, y es esta una de las rolas que ya tiene un cariz distintivo, un sello propio de la banda que le impregnan al doom.
Inner slay es la tercera rola, y nos recibe con un groove de bajo fuzzeado bien tétrico, de fondo, la guitarra de a poco entra, hasta que explota en un ritmo denso, potente, en el que sientes cada golpe de la batería como una bola de demolición. La voz en esta ocasión cambia, es más melódica, limpia, tiene un aire numetalero que refresca esa sensación de derrumbe que tiene la melodía, como si se tratase de dos fuerzas que chocan entre sí. Ghosts of you es la siguiente rola y la que en su momento sirvió de adelanto para adentrarnos en este nuevo material. El ritmo lento y poderoso de bajo y batería se ve complementado con la voz clara y un tanto melancólica, así como los arpegios de guitarra y los consecuentes riffs que se utilizan, quizá sea la rola en que más dan rienda suelta a su estilo, sin perder lo denso y tétrico del doom. La quinta rola, Make them pay, comienza con todo el poder aplastante del doom metal: duro, con remates agudos del riff que le dan un toque más potente, arreglos y solos de guitarra que nos recuerda, con la música dura de fondo y base, al heavy metal ochentero, y por añadidura, más alejada de los géneros desérticos/espaciales, pero la que mejor refleja un sello auténtico al proponer nuevos ritmo que son adecuados para inovar.
Fire mountain vuelve al ritmo y potencia del doom, con algunos arreglos que le dan un toque psicodélico, no sólo eso queda patente, una vez que han marcado un estilo (en la rola anterior), lo han integrado bastante bien en este sexto track, como si nos estuvieran preparando la integración de los estilo que los influencias con su propio sello. Por momentos, dejan ver esa influencia del metal alternativo entrecortado por ritmos densísimos y aplastantes. Your bones, penúltima canción, ya trae toda la densidad, todo el peso de la atmósfera de Júpiter para dejarnos liberar cuando la voz entra en acción: una voz calmada, acompañada por el bajo profundo, la batería dura ponchada y algunos arpegios de guitarra que cambian a riffs durísimos y agresivos. Para cerrar con broche de oro, una rola con un inicio al puro estilo de psicodelia oscura: arpegios de guitarra que de a poco se acompañan de una voz grave y golpes de batería, hasta que llega el riff principal. Así, We are the resistance cierra con una mezcla de arpegios que evocan cierta nostalgia, cierta pesadumbre, alternándose con pasajes agresivos y poderosos, como si todo ese dolor evocado terminara por hacernos sucumbir y gritar y romperlo todo, para mí, una forma magistral de cerrar un disco que propone una forma peculiar y original de hacer stoner/doom, que oscila entre lo tétrico, lo angustiante y lo agresivo, lo mezcla y lo usa de formas estratégicas para lograr rolas frescas y variadas. Esta última rola es la que más me gusto, y a ustedes? Échenle una escuchada, que vale muchísimo la pena mantener el ojo y el oído pegado a este power trío.
Para seguir su actividad:
Para escuchar el disco:
-Mack
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