Como parte del tour #LosSonidosDelPantano, en la fecha del cierre, participó la banda Chamán, de la cuál me indicaron que tocaban muy bien, que traían un ruido muy chido y que rifaron mucho en este cierre del tour. Las recomendaciones fueron, si se me permite, poco enfáticas, para la calidad esta banda oriunda de Veracruz. Lamento mucho no poder escucharlos en vivo (ya se presentará la oportunidad), porque este disco debut, El espíritu de los maestros, tiene mucha calidad y estoy seguro que en vivo suena mucho mejor. Chamán nace en 2015, en Veracruz, conformada por Víctor H. Beltrán en la voz, Alham A. Imm en la guitarra y Jonathan E. Martínez en le bajo, mientras la batería del disco fue grabada por un baterista de sesión; su sencillo promocional, Coralillo fue grabado, producido y editado por la misma banda, al final de la reseña les dejaré la liga para que juzguen ustedes la calidad con que trabajaron en todos los aspectos del vídeo.
Las influencias, variadas pero dentro de la misma línea, se pueden percibir desde el comienzo hasta el final: hard rock, stoner y, añado yo, hard blues, tanto en las composiciones como en el tipo de voz que utiliza Víctor. Es Coralillo, precisamente, el track con el que abre este álbum; la rola comienza con un sample de campanas de fondo, una guitarra muteada marcando el compás, una respiración de fondo y otra guitarra marcando algunos golpes en el ritmo, todo ello augura que se avecina una canción con un tono más cercano al doom. Una breve pausa y una exhalación un tanto tétrica marcan la siguiente parte de la canción que, por la forma que tiene el intro, parece que irá hacia una tónica más doom, pero escuchamos un riff movido, bien desert. Al momento de entrar la voz, volvemos a una melodía semejante a la del inicio, pero, esta vez el ritmo es marcado con el borde de la tarola mientras la guitarra y bajo dan la melodía; toda la mezcla de instrumentos y la voz rasposa y melódica de Víctor le dan un tono entre blues, rock y country muy bueno. Poco a poco sube el tono hasta llegar al coro, donde se recupera ese pequeño puente movido que aparece entre el intro y el verso. Después de dar otra vuelta al verso y al coro, escuchamos un puente bastante bueno: nuevamente, mediante una exhalación da pie al bajón de ritmo, con una melodía un poco más melancólica/adolorida, la voz al inicio tiene un poco de delay y algún filtro tenue, la guitarra con poca distorsión, el bajo va marcando levemente y de repente, al final de la letra que acompaña el puente y a modo de preludio para el regreso al coro, un arreglo de guitarra que le termina de dar el tono hard blues que tiene la rola y que enfatiza la lírica amarga de desamor/despecho de la que trata.
Don Cornamenta, el segundo track de este excelente álbum, nuevamente echan mano del ritmo bluesero para el intro de la canción y el verso, además de tener un tema muy ad hoc para el ritmo: el demonio que nos guía o nos lleva de algún modo por un camino tortuoso (don Cornamenta soy yo, dice Víctor, para darle énfasis a que no es el diablo, sino nosotros mismos los que nos conducimos por ese camino). En el coro la cosa cambia, la melodía se vuelve más stoner rock noventero, al estilo desértico de los inicios Kyuss, Fu Manchu, etc. El puente, en esta ocasión, aunque también es lenta, con arpegios de guitarra y arreglos de bajo que lo acompañan, tiene un aire maligno y de intranquilidad, poco a poco, en un in crecendo bien hecho, llega a un momento vertiginoso que nos regresa con mucho poder hacia el coro. Hacia la parte final de la canción, recuperan, después de un intenso pasaje stoner, el tono bluesero con el que comenzaron y que sirve de entrada para el solo final de guitarra. La canción no refleja momento oscuros o terroríficos debido a que el diablo es simbólico, el causante de las desgracias somos nosotros mismos, no un ente imaginario, por lo que el tono bluesero queda perfecto para esta canción. La tercera rola de El espíritu de los maestros cambia el intro por uno más stonero; titulada Chamán, la canción comienza fuerte, y al momento del verso regresa a un tono bluesero más ligero: guitarra muteada, bajo bien pegadito a la batería y la inconfundible voz de Víctor cantando. Aunque en el coro suena más movido y los arpegios de Alham suenan tremendos, el pasaje se vuelve más tranquilo, un poco más calmo para darle paso a una voz levantada y bien educada. Me atrevo a decir que en esta canción, aunque tiene aún gusto a blues, suena más rockero con pasajes stoner, tanto en el intro como en el puente de la canción.
Sombras salvajes, el cuarto track del Ep debut de Chamán, es puro hard blues de inicio a fin: riffs fuertes con un toque entre lo melancólico y lo malvado, uso un poco mayor overdirve y algunos arreglos de guitarra bien ponchados, bajos con ritmo de blues y arreglos buenísimo, junto a una batería un poco más agresiva que en otras rolas. Sin duda, esta rola se siente más agresiva y ponchada que las anteriores, incluso en la lírica, de la creación accidentada de la humanidad (somos polvo de estrellas) hasta la orfandad que nos ha dejado en la psique la filosofía nihilista y existencialista, el humano sólo es una sombra pasando vacía por este planeta. El solo de bajo del puente, vale la pena añadir, es una chulada de inicio a fin, Jonathan nos deja ver sus dotes para hacer con un ritmo tranquilo un solo sin entrar en lo atascado, pero en esa mesura nos deja en claro su virtud para realizar un pasaje tan bueno. El disco continúa con la canción Peregrino, en la que vuelven al tono de blues melancólico; la vida como un viaje que recorremos desde que nacemos hasta la tumba es un tópico en el arte desde tiempo inmemorial. Sin embargo, si sigue vigente y utilizándose en todo tipo de creaciones artísticas es porque cada humano tiene una percepción de cómo es la vida, como ese viejo refrán "cada quién habla como le va en feria"; cada uno tenemos concepciones diversas de esa "feria", "camino", "viaje", al que llamamos vida, y aquí Chamán nos deja claro, tanto con la letra, la línea melódica de Víctor, los riffs y notas de Alham y los bajeos de Jonathan que la vida es un cúmulo de experiencias no siempre gratas pero que causan melancolía al mirar atrás y confianza en la guía (el sol, el mar junto a la luna) para seguir.
Para cerrar, tenemos Santa lujuria, track acústico, que al menos a mí, me recuerda en el ritmo y la emotividad a Pedro Sandoval, un cantautor mexicano de trova muy bueno; quizá la canción en todo su conjunto rompa un poco la tónica hardbluesera que predomina en el resto de canciones, pero conserva el tono melancólico, ese sabor a descontento que se impregna una vez que escuchas todos los tracks. La voz cambia en esta ocasión por una clara y melódica, al estilo trova, como mencioné, con un tono de súplica/lamento por le encuentro sexual con Santa lujuria, con las metáforas y símiles necesarios para crear una letra adecuada para el tema y el tono con el que Chamán se expresa y dan su toque personal al tema. Después de este breve paseo por la música de esta banda veracruzana, nos queda un poco el toque bohemio de querer emborracharnos mientras nos sumimos en nuestra mente pensando en el despecho, en la futilidad del humano, en el encuentro sexual, en la vida y el viaje personal, de darle un beso al vaso de ron mientras las notas corren por los oídos. Aunque su estilo se inclina más al blues y hard blues que al hard rock o al stoner (que sí tiene esos tintes, pero no son tan predominantes), no cabe duda que serán del agrado de muchos, pues la calidad de la música en cuanto a composición y grabación, dejará contentos los oídos de quienes se acerquen a escucharlos. Mis tracks favoritos de El espíritu de los maestros, sin duda son Sombras salvajes y Peregrino, por lo fuerte de los temas y lo intrincado de la letra y la melodía. Esperemos pronto puedan andar de tour por el país para que tengamos muchos más la oportunidad de escucharlos en vivo.
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-Mack
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